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- 144. - <,"':@.~~ parte alguna del día ni de la noche en su arrepenti- que no orase; y como en estas oraciones miento. se le proponían algunas de sus anterio– res culpas, anegado en copiosas lágri– mas se le oía muchas veces repetir aque– llas penitentes palabras del Profeta Rey: Et pecatum meum contra me est semper. De aquí le provino una humildad de corazón tan profunda, que en su estima.– ción no había cosa más digna de ser despreciada en todo el mundo que él. Su silencio, era tan mudo, que, si la ne– cesidad no le obligaba, jamás profería palabra alguna. Con esto llegó á ser tan dueño de sus sentidos, que aun cuando más ocupado se hallaba en los negocios, á que lo destinaba la obediencia, sin fal– tar á su exacto cumplimiento en lo más leve, se presentaba á la vista de los que le mirabau tan abstraído, que lo juzga– bau .fuera de sí. Fué su paciencia y tolerancia invicta. Sucedió en una ocasión que trayendo sobre sus hombros, (lo que era muy con– tínuo) una carga de 1efía, como si fuera un jumento, para el gasto de la Comu– nidad, se clavó en un talón un pedazo de vidrio, qua penetrando las carnes, no solo le causaba tormentos crnelísimos, sino que vertía por la herida copiosa sangre. Pero el siervo de Dios sufriendo Rigor con que con paciencia los dolores que le causaba se trataba. el vidrio, siu atender á que mientras más andaba más se introducía en la car– ne, no dejó el camino hasta que entró en el convento; y notando los religiosos,

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