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Sus ayunos CAPITULO XXV Penitencia de Fr. ['.'>las v virtudes que empezó á practicar en la Religión ALLÁNDOSE ya agregado al núme– ro de los Novicios l,egos, no es ex plicable cuan rigurosa forma de vida fué la que propuso observar Fr. Blas, para satisfacer á Dios y purificar con lá– grimas su alma de las manchas que había contrahido con tantas y tan ttbo– minables culpas. Lo primero que se im: puso fué una estrechísima y rigurosa abstinencia, de modo que todos los días ayunaba á pan y agua, y esto no lo to– maba hasta saciar la sed y la hambre, si– no sólo lo que le parecía que bastaba para conservar la vida. Y si tal vez la obediencia le obligaba á que comiese al– guno de los manjares que á la comuni– dad se servían; tenía el mérito triplica– do; pues obedecía pronto, pero era ade– rezando aquel manjar con ceniza y con agua, y como con esto se aumentaba la mortificación de los sentidos, se multi– plicaba el mérito. Maceraba sus carnes con crueles disci- sus discipli- ¡· l l l b h nas. p mas, as cua es e ura an por oras y muchas veces no cesaba de repetir azo– tes, hasta que la falta de la sangre que vertía lo postraba en un desmayo. A más

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