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sus vicios. - 138 - ~,s;..:.s..~~ Con su orgullo corría parejas su luju– ria y estos dos vicios soberbia y lujuria eran en nuestro engafiado joven, como dos complicadas cadenas que lo pren- <lían y llevaban á la ejecusión de toda otra culpa, llegando á ser con ellos el es– cándalo de la Ciudad, el defensor de los crímenes, el escudo de los malos, el per– seguidor de la honestidad y el que por sus delitos se había hecho odioso á to– dos y de todos aborrecido. En tal estaoo se hallaba el desgracia– do Baltasar, cuando la infinita piedad de aquel misericordioso Sefior, que no quiere la mue.rte del pecador, sino que se convierta y viva, lo convirtió de tal modo, que da11do de mano con resolu– ción valiente á todos los vicios, abrazó la virtud con todas las fuerzas de su al– ma. No sabemos si tuvo algún exterior motivo para su conversión, ó si esta se debió solamente á la suavísima inspira– ción de Dios, voz interior que arranca y troncha los más altos cedros, en frase de David, y esa fué la que arrancó de raíz este cedro del monte de la culpa, para que plantado en la casa y jardín del Se– ñor, junto á las corrientes df, las aguas de la virtud, llevase abundantísimos fru– tos de buenas obras: y de esta suerte se conociese, que esta mutacióu del mal al bien, había sido ejecutada por la diestra del !i~xcelso. Su conversión. ¡Oh Señor infinitamente misericordio– so! Antes de pasar adelante, quisiera preguntaros; ¿Por qué, cuando esta cria-

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