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-- 124 - ~.:.s:-.:.s:-.:.s:-.:.s>:...~.:.S.-.:~.:.....3 nuestro alrededor, eomo león rugiente, acechando la ocasión para hacernos da– ño, y nsí no es de extrnñar que persiguie- . ra á nuestro Fr. Martín y procurara Lo persigue •t 1 1 ] , 'ó p · el enemigo. apar ar o e e a ornci n. oco persigue él á los que vé entregados á la culpa; porque estos, según la presente justicia, son suyos, domioa en ellos, tiénelos su– jetos en su cadena, y así no tiene por– qué perseguirlos, pues ellos voluntaria– mente se le ofrecen, mediante la perpe– tración de la. culpa. A los que él persigue mucho es á los buenos, á los justos, á los santos, por ver si puede traerlos á su dominio, y cuando no puede hacer ésto, pretende estorbarles todo lo bueno. Esto fné lo que hizo con nuestro Fr. Martín, pues uo pudiendo este cruel enemigo hacerlo malo, procuró por todos los me– dios posibles, e,;torbarle todo lo bueno. Sentía mucho el demonio que Fr. Mar– tín se emplease tanto en la oración, y cuando lo veia en ella, aplicaba toda su infernal industria para estorbarla y ha– cer que del todo la dejase ó que en par– te la omitiese. En nada mejor que en esto se conocía lo excelente de la oración de este siervo de Dios: que á no ser tal, no fuera tan perseguido del demonio. Unas veces con estruendos que hacía y otras con d~stemplados brainidos que daba, pretendía que el siervo de Dios se apar– tase de su santo ejercicio; pero él cons- s b ·a tante y poniendo todo su cuidado en las ~ ~~t1;:e~do~~ misericordiosisimas manos de Dios, per– severaba en su oración con ánimo va-

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