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- 122 - G;-:,:S-:-~-:S-:--:S-:-.:.S.-S:--S:--S:-.:......s> la Magestad del Señor los llamaba, el Convierte á siervo de Dios se lo manifestaba, leyén- muchos. doles en ol semblrmte cuanto en su co– razón tenían. Y los animaba á que le abriesen á Dios las puertas de su alma y pusieran en ejecución lo que el Espí– ritu Santo con aquellos ocultos llama– mientos les decía; con lo cual quedaban ellos atónitos, viendo descubierto lo es– condido de sus corazones y, valiéndose de su consejo, se dedicaban del todo al servicio de la Magestad Divina. Qué bien le correspondía á nuestro Fray Martín el elogio que la Magestad de Crist0 nuestro bien les <lió á sus Dis– cípulos, llamándolos sal de la tierra! Fué en realidad sal para todos, pues si la sal, á lo que toca lo libra ó preserva de co • rrupción, de corrupción de culpa y ma– los hábitos preservaba este siervo de Dios á todos aquéllos que por medio de su familiaridad y conversación tocaba. Eran sus palabras sazonadas, P-sto es, prudentes, suaves, santas y llenas de suavidad, y así no es mucho, que con Los edifica á ellas hiciera efectos tan admirables en todos. los que las percibían, quedando edifica– <lisimos y devotos, con lo cual consiguió muchos frutos, á cuantos venían á ver– lo y comunicarle.

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