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-·- 116 - <,}'5:-'5':-~'5':-'5':-~~.:J to que algunas veces le servía, le había durado veinte y seis aflos, y así estaba tan viejo, raído y remendado, que ape nas se conocía cual fué su primera ma- Su porte ex• . S f bl d terior. tena. us camns ueron tres ta as es- nudas; y cuando más regalada, se com– ponía de una estera de esparto sola, sin otro abrigo, ni cobertura alguna; y mu– chas veces, tomaba el alivio de un corto suefio sobre los fríos y desnudos. ladri– llos. La noticia de estas asperísimas pe– nitencias, junta con '.la~ rígida aspereza que en su personn se veía, causaba en cuantos lo miraban una ·veneración re– verente, junta con interior admiración; por que al ver su peuitente semblante, se horrorizaban admirados, y al conside– rar sus heróicas virtudes, lo veneraban por santo. En medio de ·este austerísimo·aspecto que el sierv0 de Dios mostraba, era para con todos carifiosísimo, agradable, afa– bilísimo y tan humilde, manso y suave eu sus palabras, que atraía á sí las vo– luntades de todos,; así Relígiosos como seglares, los cuales ansiaban por gozar de su trato y conversación, deleitados con lo dulce ·de su decir. No así la pie– dra imán con su virtud nativa atrae al s~fJ!~ 1 i~ de hierro que se le acerca, como;,Fray Mar- - tín con lo apacible de)u:trato y lo eficáz de sus palabras atraía y llevaba á sí lo& corazones de todos. Al paso que los cortesanos de Madrid veneraban por santo~ al siervo de Dios, él también á todos con profundísima hu-

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