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Su bondad. Su d0sprecio del mundo. CAPITULO XVII De oln1s virluclcs que cJerciló este siervo de, Dios en el empleo de 1,mosnero RISTO nuestro bien llamó á sus dis– cípulos luz del mundo, porque co– mo la luz alumbra en todas direcciones, porque no tiene sólo un rayo, sino mu– chos, así el varón virtuoso no tiene una virtud sola, sino muchas. Para que uno sea malo, bastale sólo un vicio; para que sea bueno, necesita del conjunto de to– das las virtudes. Bueno era nuestro Fray Martín, justo erv, y como tal no sólo una virtud lo ttdornaba, sino el cúmulo de todas las virtudes. En el ejercicio de limosuero, que co– mo dejamos dicho desempeñó en el Con– vento de Santa María Magdalena, dió lu– ces admirables de otras dos excelentísi– mas virtudes: la una fué el despego de todo lo terreno, y la otra la caridad para con su progimo, l,a primera resplandeció en el modo con que llevaba el trabajo de la limosna, que era cnn despego tanto del mundo, que aunque muchas veces por traer las alforjas llenas de pan, era el peso mucho, nunca quizo descansar en parte alguna, antes sí, como huyendo de todo lo que era alivio en el mundo,

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