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-- 107 -- cuales, iba á coger la blanquísima azuce– na de la castidad, que esta se conserva V se cría entre las espinas como el Es- Co~servar la ., í "t S t 1 d". 1 ' C t caa t1 dad. p ri u an o D IJO en os an ares: y por eso á la conservación y aumento de la castidncl miraba en su descalcez el cas– tísimo Frny Martín. La tercera virtud á que Fray Martín miraba en su descalcez, era la humildad. Dice el mismo autor en el lugar arriba citado, que el andar descalzas algunas Religiones es no sólo por la castidad y penitenci~ de que hemos ya tratado, si– no también por la humildad; y á ella mira:ba también Fray Mtutín. Fué cos– tumbre entre los antiguos que los escla• vos en sefíal de la humildad de su mise– rable condición anduviesen descalzos; de' donde vino que la descalcez se tomó por evidente signo de servidumbre y es· clavitud: y como Fr. Martín.se tuvo siem– pre á sí r:lismo por esclavo del Sefíor, llevaba el testimonio de su servidumbre en la descalcez y en ella los efectos de su humildad. La cuarta virtud, á que como glorioso objeto miró en su descalcez nuestro Fray Martín, fué la reverencia, culto y adoración á Dios. Que en la descalcez se muestra esta reverencia, lo dió á én. tender el mismo Dios en dos lances: el primero cuaudo h· mandóú Moisés que á vista de la zarza c1uc era regio trono Reverenciar áD' de su Magestad, se descalzase; y segun- ws. do, cuando á J osué le mandó lo mismo en los campos de la Ciudad de Jericó; y

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