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- iOi - Martín de Sevilla, y quedando así agre– gado al número de los novicios. Conmutado ya el sayal de ermitafl.o Su novi~iado . • y profesión. por el de rebg10so, empezó Fr. Martín (como si de nuevo empezara) á ejercitar- se en todo género de virtudes con mucho contento suyo y alegría de los religiosos; corriendo de este modo el año del novi- ciado, hasta que cumplido le dieron la profesión el día dos de Septiembre de 1602, con especialísimo júbilo de su alma, y también de la Comunidad, que admiraban en él preludios de la santidad de vida, que después se experimentó. Como Fr. Martín en la vida eremítica estaba habituado á la oración, al silencio, á la mortificación y penitencia, ni la mor– tificación, ni el silencio, ni la oración, ni otra austeridad alguna le costaba trabajo: lo único que le dió mucha guerra fué el no hacer esto cuando él quería, sino cuan– do las leyes de la Religión se lo manda– ban; lo cual era como resabios de aquella libre voluntad, que en todas sus peni- . tencias y mortificaciones había tenido. Y así, aunque las penitencias y mortifi– caciones de la Religión son bastantes, á él le parecían muy pocas, y anhelaba á ejecutar más; pero conociendo prudente que la negación de la propia voluntad es el más sólido y firme fundamento de la virtud, venció generosamente este disi- mulado enemigo de la vida monástica, l . l d . . d Su buen espí- que es a vo unta propia, suJetán ose ritu. en todo al dictámen de su Prelado y ga- nando con esto más merecimientos que

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