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- 84 - ,.S:<.S:<S:·-:S:-.:.S..:.S.-:S:--:S:--:S:-.:.S.-:S:-.:.S.-:S:--:S:- mas y unas veces se hace oir el ardiente Misionero por los que están m~s de una milla del sitio en que predica; otras le entienden con toda claridad los extran- Dios confir- ma con pro- geros que desconocen por completo la d!gio~ su pre- hermosa habla eastAllana; ya disipa de dicación. repente una tempest~d qne amagaba á su auditorio, el cual empezaba á inquie- tarse y á buscar refugio· ya convierte á un empedernido hereje, al desclavarse milagrosamente de la cruz que tenía en su mano, la irnágen de Cristo y caer des- de el púlpito Robre aquel desgraciado; en suma, el V. P. Francisco, como siervo bueno y fiel, no tenía escondido el don de milagros q ne su Sefíor le había en- tregado, eino que negociaba espiritual– mente con él, ganando almas par~ el cie'.o y aumentando en gran manera los intereses ele J e:=:ús. Lleno de ese valor y fortaleza de los predicadores del Evangelio, persigue el mal donde quiera que lo encuentra, has– ta rendirle. subyugarle y hacerle morder el polvo del infierno; sin que humanos temores ni miras terrenas puedan retraer– le ó apartarle ce su santa empresa. No se arredra de p·~edicar en Madrid contra la soberbia, la vanidad, el lujo y demás vicios que reinaban en aquella coronada villa, aunque de aquí se tomen fútiles Ataca los vi– pretextos para colmarle de injurias y e i os en la 1 1 'b l • •¡ ¡· Corte yes acusar e. ante os tri una es C\Vl es, os desterrado. que inspirá1:dose en los sentimientos de m1chos nobles y no en la justicia y .la verdad, condenaron al apostólico :M:isio-

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