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- 83 - .:s.-.:s.-.:s.-.:s.-~.:s.- go, traspasaban los pechos más duros, calcinando en ellos el odio y la ira, pren– diendo en las almas el incendio de la caridad. Valencia y muchos pueblos de su Pacifica 1 ° s provincia, como no pocos de Alicante pueblos. G d 'b' d d y rana a, perc1 1ero11 e mo o muy particular la influencia pacificadora y santificante de la predicación de nuestro Apóstol. Aqmillos pueblos encendidos en irreconciliables odios y discordias, en diversos partidos y banderías, á la voz poderosa del hombre enviado por Dios, deponían sus odios y venganzas,lloraban públicamente sus pecados y, uniéndose con los lazos de la fraternidad cristiana, daban principio á una era de paz y bien– estar públicos. Aunque el V. P. Fran– cisco de Sevilla, no hubiera hecho á la sociedad otros beneficios que los que acabamos de indicar, tenía sobrado mo– tivo para merecer el aplauso, respeto y veneración de los pueblos. ¿Mas, quién podrá calcular los bienes que Dios prodigó á España por medio de su apostólica predicación? A ejemplo de su divino Maestro pertransiit benefacien– do: fué como nube bienhechora que de- p _ . rramaba J)Or doq"'.lier la lluvia de la divi- asa .2ac1en- . . , , do bi@ por na gracia;fue,para usar la frase de un ce- todas partes. lebre Obispo contemporáneo suyo, como caudaloso río de espíritu de moción que arrastraba en pos de sí los corazones de todos los que le escuchaban. Dios puso en su mano el milagro para que lo dispensase en beneficio de las al-

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