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- 38 - de D. Juan que permitiese continuar lo comenzado; antes sí, en esta tercera ocasión, más que nunca enardecido, despidió con mucho desabrimiento á i~~~cias del nuestro Venerable, quien revestido del celo que da fortaleza á el espíritu más humillado, al tempo de despedirse le habló las sig1lientes proféticas palabras: Sr. D. Juan, ad1;ierta vuestra nv;rced, que aimque es un jraüe pobre, á quien deepide, es á Dios, y á mi Seráfieo Padre San Franc-isco, á qiiienes les niega la sü– pliea que por mi medio le hanen; y así aseguro de su parte á vitestra merced que llegará tiempo, en qu,e vuestrci merced y sus h~fos necesú:en clel convenfo. (Oord. Cron. de Ant. N.º 53) Que fuesen proféticas estas palabras, . lo manifestó la experiencia, como ya di- . , remos; pero enujt1do con ellas el ca Jallo- ~~D~ 0 J:~~~n ro por parecerlE: que se le ame-:rnzaba de que en adelank él y sus hijos pedirían li- mosna, sumamente airado, le volvió las espaldas á nuestro Venerable y sin darle más respuesta, se le ausentó de la vista. Más ¡oh providencia divina! á brev0 rato volviendo en sí, co1r:o quien des::?ierta de un profundo letargo, empezó á pon- de:'.'ar la¡:¡ palabras del varón de Dim:, y lo singular de su virtud, y creyendo no hablaría temerariairnmte, se resolvió á buscar al varón santo, como ~o ejecutó, . no sólo para pe:·mitir la continuaci:Sn de Sus limosnas. la obra, sino también] para ofrecerle cuanto poseía, si para concluirla lo ne- cesitaba, corno en efecto lo ejecuté has- 7

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