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- 255 - bleza de esta ciudad con quienes tenía parentesco á visitarlo, concurriendo los L• visita 1 ª más espirituales y doctos sólo por admi– nobleza. rar lo que decía y obraba; pues, en todo manifestaba estar ilustrado de celestial sabiduría. Recibió los Santos Sacramentos de la Eucaristía y Extrema-Unción con sumo gozo y tranquilidad de su espíritu. Dictó pocas horas antes de espirar una carta para Don Sebastián de Tobar su herma– no, Secretario del Rey, significándole con admirables cláusulas el consuelo con que salía de esta vida. Despidióse de los Religiosos y de otras muchas personas que se hallaron presentes, causando en Re e i be los todos sus p•1labras arande edificación y Sacramentos I e e h · ternura. Y después de haber oido la Pa- sión de nuestro Sefior Jesucristo en el Evangelio de San Juan que pidió le le– yesen, lleno de Fé, de Esperan:~a y de Caridad, salió de este siglo el día 20 de Enero de 1624, que dedica la Iglesia al invícto Mártir San Sebastián. Apenas expiró, cuando empezaron íi celebrar su felicidad con lágri11Jas y elogios, así los domésticos como los seculares, que movi– dos por superior impulso acudieron lue– go al Convento, desde el menor hasta el mayor de la ciudad y comarca toda, á ver y venerar el santo cuerpo, y á solici– tar alguna pr,:nda que hubiese estado su santa en contacto con él. Fué tan grande el nú- muerte. ·, b mero de gente que concurr10, qu0 so re haberse dilatado el entierro por espacio de dos días, fué necesario para no dejar

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