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religiosos, todos eti estas nuestras Pro– vincias de España, por lo que se deja al Su humildad. d' J l l t • t t IScurso < e ec or conJe ·urar cuan a sería la penitencia, la humildad, y en una palabra, cuanta sería la heroicidad de las virtudes del P. Linares, cuando siendo dignas de la mayor admiración las que sabernos que eran entonces co– munes, brillaban las suyas entre aque– llos como singulares. Las que se veían en el V. P. Fr. José, lo eran tanto, que fué opinión común entonces que en la Pro– vincia toda no se hallaba quien en es– to le excediese. Como es la seráfica pobreza, el signo Sn pobreza. característico que distingue á los hijos de N. S. P. S. Francisco de las demás familias religiosas, y nuestro venerable aspiró siempre á ser en la realidad hijo verdadero del Sernfin Humano, fué de la altísima pobreza tan amante, que no sólo no admitió jamás á su uso alhaja alguna fuera de las que señala la regla para la forma del hábito, sino que mm– ca vistió este de nuevo, porque con los pedazos de los viejos, que por no poder ya usarse desecllabélll otros, formaba él el suyo; sirviéndole más que para abri– go, para cubrir su des1nrl<·z, y para ocul– tar los instrumentos do penitPncia con que maceraba sus carnes. La solicitud con que procuró siempre Su ca st idacl. guu rdar ln casti, l,1<l fué extremad,,, pues se desvi dan por conservar los brillos de la virtud de la Pureza, sin exponerla á que el más leve vapor la empañase, ó

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