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CAPI'l'ULO XXV Cú1nplele el Sei\or á nuestro Bernardino el deseo de pasar aquí el Pur(Jalorio, ~J maniñéstc11e lo· lmrn ele su muerte. A df\jamos dicho en la vicia de este joven admirable quG, además de la vocación de su hermano Fernando, pidió á Dios pasar él las penas del Purgatorio en esta vida, y saber con anticipación el día de su muertr; y ambas i:osas le concedió el Señor, (según piadosamente podemos discurrir,) en su última enrer- Enrerma_fray medad. Apenas cumr)lió añoy medio de Bernarclmo. . profeso nuestro Bemar<lmo, cuando el Señor le vino á visitar con una enfer– medad tan larga, que le duró muchos meses. Quedó baldado de sus miembros todos, tanto que no podía en la cama volverse de un lado á otro por sí solo. Eran vehementes y contínuos los dolores que padecía, muchas las fatigas interio– res que le molestaban, repetidos los aho-

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