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- 105 - ,s~.s:,.s:,.s:<s:,.s:,:s:,.s:<s.-~ pués de dos aJ1os tan fresco y flexible co– mo eu el mismo día que lo enterraron, exhalando una fragancia celestial. Lle- f~ tr:s!ª; 1 ~ ! váronle á la nneva iglesia donde le dieron Iglesia. nueva sepultura, y allí continuó Dios obrando prodigios por medio de su sier– vo, dos de los cual0s vamos á insertar aquí, tomados de los antiguo::; cronistas. D. Pedro J,aw Caballero de los más principales de Antequera, estaha enfer– mo de uuas muy nrdientes y maiignas ca– lenturas, y con ellas mrn melancolía tan pesada que todo le daba pesadumbre, ni á su misma mujer permitía le viniese delan– te. Llegó :il último extremo: desahuciado de los médicos y recibidos ya todos los Sa– cramentos, fneron á nuestro Convento por Religiosos para ayudarle á bien mo– rir. Hallábase en esta ocasión en dicho Convento el médico que le visitaba, el cual dijo: «A este Caballero le quita la vi– da la melancolía, con que muchos días há que ni come ni duerme., Fué á verse con los Religiosos que iban á ayudarle á hien morir, y uno de ellos di,io tener un pedazo de una costilla del P. Fran- Milag-ros des cisco de Sevilla, y que contiabr1n que si Pu é s <t O la alJlicaban al enfermo le darfo Dios n1nort,o. t salud por los méritos de su siervo. r ,le- garon {L la cama donde estaba el enfer– mo, y nuestros Religiosos y el médico se arrodillaron cleiante un altar que allí había, suplicando a Dios tuviese por bien ele darle la salud por los méritos de su siervo el P . .Francisco; y hecha esta ora– ción, lleg,tron á la ca~a y le dijeron

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