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- 89 - julltos en un sólo sujeto,los vemos engar– zados uno por uno en la brp!ante corona de apóstol que cifle las sienes del V. Pa- Dó1; .Je s~bi- el re Francisco de Sevilla. Innecesario es ele- duna y cien . cia. teuernos en nduc1r hechos para demostrar que :juntamente con la gracia de la snbi du,rfo y la de la 1:iencia, fué adornado con la de eonor:iT y penetrar los escondi– dos arcanos db las Santas Escrituras: bas– ta que recordemos se vida apostólica y los significativos dictados de ,,Aguila• y «Apóstol» con que los pueblos le distin– guían; únicamente afiadiré que, desde el Obispo y el magistrado, hasta el párroco rural y el pobre campesino, todos le pe– dían consejo y dirección como á Maestro hábil y experto en los caminos del espí– ritu, ó le consultaban como á verdadero oráculo en sabiduría y ciencias sobrena– turales. Acerca de su uirfocl pnJjí§tioa .'/ dóu de lenguas, no me permitiré agregar nada sobre los admirables ejemplos de nuestro V. Capuebino, eitado en el anterior ea pítulo, por no dih\tar demasiado los lími– tes de éste. El bilocarse, ó sea el estar en dos sitios Dó~,_ de ,uo- á un mismo tiem1)0, se halla incluído en CIIIClu:Q. , . aquel genero de 1mlagros que S. Pablo nos dá á conocer por operatio virtutwn, operaeión de estupendos prodigios y que la Iglesia considera como milagros <le primer orden, porque apenas los hay ma– yores. Más de una vez podemos admirar eri la santa vida de nuestro Veuerable la extraordiuada gracia de la bílocación. En-

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