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vir de texto pedagógico a lo~ que luego, fríamente, quisieron volver teoría mística lo que sólo había sido vagabundeo por un camino ~tardecido y desilusiona– do, en que el mismo cansancio de lo terreno, le abrió la transparencia del portillo supraterrenal. ¡ Y no . digamos nada del otro andariego, del fray Avila, con su «Audi filia» en los labios: Audi filia no dirigido a la doña Sancha de Albornoz, sino a cualquiera es– trella hija, parpadeante en el infinito de las descon– solaciones crepusculares! Fray Gonzalo de Córdoba, ha vuelto a este proce– so de los poetas sin oyentes de medianería. Su verso es lo últimamente pegado a él, como .su capucha o sus. sandalias; ya todo podrá bastarle, o sobrarle, menos este verso, que es él mismo, y que cada día adelgaza más para que se note menos en la proyec– ción de su sombra. Las generaciones se suceden en la vida y en los conventos; por los noviciados, como por las plazas, andan efebos y mancebos con los textos al braza y un horizonte ilusionado de polémi– cas y prebendas que darán su fruto en expansividad de logros y fortunas. Más de un birrete y una mitra, se columpian a ese breve airecillo que juega en los ámbitos de aulas, de pórticos, de claustrillos... ¡ trein– ta y dos soplos tiene la rosa de los vientos, para mover becas, hopalandas y cordones... ! Pero entre estas rachas movedizas, quedan zonas de sosiego, para que por ellas caminen los ingrávidos; crepusc,,1.– lares zanas, que van al corazón de la paz por las calzadas del atardecer... Por estas vías silenciosas, acipresadas, ~amina 19
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