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isocronía de perfección sujetá a obediencia. De sol a sol, /la jornada medida y cumplida, ¿Pero... y cuando el sol traspone...? ¿Y cuando el ánima deja sus vicariatos para bajar a los puntos de la pluma y ernpezar, allí, en misión de garabatos ...? Si las gentes entendieran este depurativo proceso, los versos de una vida final tendrían la considera– ción que ahora no tienen. Puede ser flojo, malo, inútil, el verso de la adolescencia, ¡pero qué cargado de mensajes está siempre el verso de la doblegada madurez! Por allá, por el crepúsculo de mil y qui– nientos, un tal Suárez de: Figueroa escribió algo que se denominó «El peregrino ilusionado>>. ¿Novela? ¿Simbología? Lo que él quisiera: pero el titulejo anda en los titubeos de lo no concertado. Si el pere– grino se ilusiona, deja de ser peregrino para trocarse en aventurero. Para buen peregrino, el peregrino debe ser desilusionado, y envuelto en luz crepuscular de una filosofía que le hace pasar por todo sin que– darse con nada, para llegar, ya sin ser nada, a en– contrar su todo. ¡Quien vea, trate y cate a fray Gon– zalo, entenderá bien este despropósito! ...El, ha ~alido por los senderos de la tarde, en pleno vencimiento desilusionado. La primera desilu– sión, la de su propio verso. ¿Por qué, para qué, y para quién, esta sudorosa congoja de pensamiento y ritmo? Exactamente esto, se diría el fray Juan Carmeli– tano, y tanto fué así, que sus liras tuvieron que ser apostilladas por los comentos de una prosa, que la obediencia le obligó a poner, para que pudieran ser- 18
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