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una Numancia de bardas adoberas, desafiando, por– que sí, desde su cerrete que ensortija el Duero, nada más y nada menos que la broncínea loba deí ya ecu– ménico Capitolio? ¿Quién iba a pensar que los estu– cos hasaníes de escayolía y oro fácil, durasen más que los macizas sillares del palacio cesáreo, con su patio redondo para más argolla de firmeza? ¡Vamos muy a gusto en el machito de nuestro paradigmá, que tiene de enigma más que de otra_ cosa! Fray Gonzalo es otro enigma con difíciles solu– ciones. Todo él, está cargado de ciencia teológica, escrituraría, dogmática, patrÍ$tica, litúrgica, canóni– ca, lectoral y doctoral, para asimilarla a cargos y cargas. En la subfirma, bajo el anagrama OFM, apa– recen complicaciones que suenan a definidor, con– sultor, postulador, y ¡ qué sé yo cuantos laberintos de cosas por las que fácilmente se extravían los no duchos en la hermenéutica del humanismo más so– brepujado! ...Decenios enteros explicando arideces del Agustino, de Buenaventura, de Escoto, de Suá– rez; de todo ·ese monte eminente que forma la gran ciencia oculta de lo sagrado, frondosa como una sel– va y escueta como un logaritmo. Estos son «caminos de amanecer;,, que se enchar– can de luz opulentisima-la luz competente de lo pro– fesional-, al llegar a un mediodía sin titubeos. A este médiodia, pertenece su Santoral Francisco, su «Solar franciscano», donde la hagiografía luce toda su limpieza heráldica en un cielo azul de citas sin vaguedades neblinosas de leyenda. Pero sin des– cartar, por ello, la humedad poética que aguanece el 13

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