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-86- dad:, aún seguía a la Comunidad en todos sus ac– tos, y por algunos, años anduvo descalzo sin san– dalias, y d,onnía sobre una simple estera. Su cari– dad era tan delicada, que si advertía haber disgus– tado en algo a un hermano o persona cualquiera, al instante se arrojaba a sus pies y con gran humil– dad' le pedía ,perdón. Estaba adornado de gracia es– vecial para hablar de cosas de espíritu, razón por la cual em muy estimado aun de los seglares princi– pales. ;Entre sus devociones resplándecía la que profe– saba a la Santísima Virgen, a la que ofrecía devo– tos obsequios, y en prueba de lo cual llevaba siem– pre en sus mianos el santo rosario. E1n comprobaci6n de esita su devodón nos refieren el caso siguiente. Hallábase Fr. Silvestre de enfermero en Montecal– vario, cuando el P. Juan ge Alarcón estaoa ,enfermo allí. En su conversación con el médico, cierto ve– cino de Barcelona, llamado Gaspar Molera, vino a recaer ésta sobre la gravedad del P. Juan, a lo que respondió con toda sencillez Fr. Silvestre que por más que vaticinasen y dijesen e hiciesen los médi– cos, el P. Juan moriría ta1l día. A lo que el doctor, admirado, le replicó que cómo lo sabía, y el bueno del hermano, con toda candidez, confesó que la 'Santísima Virgen se lo había dicho en la oración. Los sucesos vinieron a confinnar las palabras <1.el sant:Q varón. $11 muerte fué motivada por un cáncer que le des– troz6 el rostro, penosa y larga enfermedad que et siervo de Dios sobrellerv6 con heroica paciencia y

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