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ya pasó a ella. A su espíritu humild'e y penhente le parecía poco el rigor de nuestro Instituto: a los ayunos comunes añadía otros muchos; por más de diez años no permitió a sus pies calzado alguno,. ni aun sandalias; su hábito erá de ,lo más austero y despr,eciado; su lecho, una estera o las tablas des– nudas, no siendo suficientes a mitigar semejantes: austeridades las razones de salud que le p,resénta– ban, antes a ellas ,oontraponía el ex.acto cumplim1en– to de la Regí.a que al Señor había prometido. Para no perder el fruto de la orndón, que era casi su con– tinua ocupación, llevaba una vida muy retirada y recogida, huy,endo d,el trato de los demás·, en es– pecial de los segilares, y singularmente mujeres, salvo si otra cosa le exigía la caridad. Tenía espe– cial devoción en ayudar a todas las misas que el desempeño de sus ofidnas le permitían. Los supe– riores le ocuparon en varios oficios, entre otros en el de cocinero, en todos los que brilló por su pun– tual obediencia. Adornado con estas virtudes con ,qU:e nos le pre– sentan sus biógrafos, pasó a mejor vida el año I599- Xll. P. Vicente de Monterrey Nació ,en Monterrey (Üt'ense), municipio hoy per– teneciente al partido judicial de Verín; ingresó en•. nuestra Orden Capuchina en Italia, de donde pasó a C!ata:luña. En qTié .fecha tomó, e1 hábito y pasó a Caúalu:fua, nos es desconocido. Durante su estancia en Catahlful, fué nombrado, como· hemos advertido

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