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- 75- Su muerte iué muy llorada, no sólo por los re– ligiosos, si también por los seglares, así plebeyos; como nobles, quienes a porfía deseaban obtener al– gruna r,eliquia de su háibito o alguna imagen de él, no cesando el concurso de fo gente hasta que, una vez terminados los .funerales, dieron sepultura a su cuerpo entre aquellos religiosos que allí dormían, esperando que la palapra del Señor les vuelva a lla– mar a la vida. En el convento de Capuchinos de Sarriá hay un cuadro al óleo; el P. Carlos de Ar,entierg.nos ofre– ce un cu,adro de nuestro biografiado, y la Biogra– fía Hispano-Capuchina, hablando de los retratos de este religioso, dice: ((Ni paró con esto su devoción, sino que Lo .hi– cieron retratar siendo ya difunto, y conservaron en ,sus casas su retrato los Excelentísimos Señores Vi– rreyes, y otras personas princi,pales y devotas, etc... » Véase sobre este asunto ((Arbor», etc, del P. Akira. IV. R. P. Francisco de Alarcón El tercero de los Alarcones de TordesiUas que· vistieron nuestro hábito cl¡lpuchino, es, como hemos, dicho, el P. Francisco de Ala:rcón, de quien hace– mos mención aquí, no por la parte que ha!),'a tenidó en la fundación de la Orden Capuchina en España, ya que no tom.6 parte en ella por tomar el hábito, vivir1 todo el tiempo de su vida en Italia, sino por no separar ,estas notas biográficas a.e las de sus glo-

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