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<lose muriendo el P. Fr. Juan de Al.arcón, su her– mano, <lixo ,a mudhos religiosos que estaban presen– tes, que visitando él un día de la Ascensi6n de Cristo N. S. al sobrecli:eho P. Rr. Arcángel, su her– mano, q:ue estaba en 1a cama fatigado <le la gota, le halló llorando amargamente. No atinaba el ~a– dre Fr. Juan la. causa de .su llanto; po11que como te– nfa muy conocido .su alto espíritu, y fuerte, no se podía persuadir que ;prooediesen las lágrimas de al– guna fla,quezia que tuviese en el sufrimiento de los dolores; y con 1a buena ocasión que vió, por estar solos en la celda, recelándose ya que aquello sería efecto d'e alguna visitación del Señor y oomunica– :eión espiritual, oon afecto de hermano le importunó que le dijese la causa de sus lágrimas, y él le res– pondih estas piaJLabras, como testigos de lo .que allá dentro en su corazón pas~ba: «No quiere, Padre y hermano mío, que llore, pues se sube hoy nuestro amado Jesús al cielo. y me quedo yo acá, en este destierro)); ¿Puede haber indicios más ciertos, o ave– riguadó,n más auténtica, o testigo más v-erdad'ero de los deseos que tenía de morir y de ver a Dios, que la deposición de su pr01)ia boca firmadia con lá– g:¡.1mas de su corazón?)) ( r). Con su amor a Jesús corría piarej as el cariño filial que sentía hacia la Santísima Virgen, como lo mues– tra en sus poesías y en aquel no dar paso en sus negocios sin consultarlo de antemano con esta Di– vina Señora. Y asf, al embaroarse ,para la fundación de la Orden en Elspañia, su primer cuidado fué e!'l- (1) MS. Fundación.

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