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-6z- orac10n, virtud que inculcó muy mucho ~n todos sus súbditos ;y en la que brilló ele una manera ex– traordinaria y fué ejemplo consumado. No obstante a su. vida austera y penitente aña– dirse tantos dolores como sufrió, ocasionados por su enfermedad, no por eso se creía dispensado de los ,actos y ejercicios espirituales, ya comunes como particulares. Su ooupaci6n ordinaria era la oraci6n, tanto mental como vooail, no sólo durante el día, si– no también d.urante la noche, en que consumía la mayor parte. A las d'os horas de oración pres-crip– tas por las Constituciones, procuraba se ,añadiese otra después de Prima, a fin de que a los religiosos les sirviese 4e preparación piar:a celebraT el Santo Sacrificio. E:n la asistencia a las oraciones y oficios de ooro era· asiduo a1.1:n en el tiempo que le aqru,e– j ab:a la enfermedad: cuando ya por los años, ya por estar casi paralizado, no podía vallerse por sí mis– mo, se hacía llevar al coro para asistir al rezo del oficio Divino, ,a las oraciones, a oír misa y a co– mulgar.. Por eso no es extraño que tuviese tan impreso en el corazón el recuerdo de JeSIÚs y de María Santí– sima, de quienes en todas sus oonversaciones ha– blaba oon ternísima dulzura, y a quienes deseaba unirse estrechamente, abandonando la cárcel Üe su cuerpo qrue se lo impedía. A este propósito nos re– fiere el P. Pélix ele Maqueda lo siguiente: «Cinco años después de la muerte á'eil P. Arcángel de Alar– -eón, y en la misma celcla en que él murió, están-

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