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llamaron padres de nuestros Alarcones. D. Diego vi– vió PO!CO tiempo y murió desgraciadlamente a causa ele que, habiéndose encabrifado el caballo ,en que ca– balgaba, vino a[ suelo con tan mala suerte que aquél se le echó encima y le causó la muerte. Doña Ana sobrevivió ,a la Reina, ,en cuyo servicio permaneció, trocando a la muerte de ésta el servicio de los re– yes por el del Rey del Cielo dumnte todo el resto de su vida, emplead'a en obras de piedad; consumía toda su hacienda en la asistencia a los pobres en– fermos de los hospitales, a quienes sei-,vía de con– su~o con sus continuas visitas y su limosna. Murió en opinión de santidad. Grande fué la estima y aprecio que el Rey tenía a los Alarcones, quienes merecieron depositara en ellos su real confianza, encomendándoles el cuida– do y asistencia de 1a reina doña Juana, madre de Carlos V, todo el tiempo que permaneció en Tor– desi11as, atribulada por la profunda melancolía: que le sobrevino a causa de la muerte de n. Felipe ,e] Hermoso, Cond'e de F:l:ancles y Rey de Castilla. ;Bstando, pues, en Torá.esillas al servicio de la infortunada: reina don Diego de Alarcón y doña Ana de Inestrosa, les nacieron tres hijos, que, én el transcurso de los años, vinieron a ser capuchinos. El primero fué nuestro P. Arcángel, por otros lla– mado Jesús de Alarcón, cuyo nombre de pila fué Andrés; el segundo se llamó en el bautismo y en Religión Juan; el tercero le dieron el nombre de Rrancisco, que también conservó al recibir el há– bito capuchino. De ellos hablaremos en particular, haciendo una biografía con los datos que hemos po-

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