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- ;iú --- recer a mucha gente pobre, Fr. Antonio salió a pe– dir como de costumbre de puerta en puerta. Al poco, rato de ir pidiendo fueron ,tantos y tantos los que– se le acercaron a representarle sus necesidades, que bien pronto fueron respondiendo del pan recogido. Hecho esto, siguió llamancio de nuevo a las puertas de los vecinos, 'Y cuando 1a alforja de Fr. Antonio se vió con alguna cantidad, de nuevo aquéllos vol-– vieron a su carga, y con mucho contento de él la vió otra vez vacía. De esta manera: se volvió el cari-– tativo limosnero al conv,ento, en el que no había ni siquiera un pedazo de pan que repartir entre los religiosos, motivo por el cltail ei P. Guardián le re– prendió ásperamente. Oída por el siervo de Dios con mucha pa,ciencia y humildad la reprensión, respon-– dió el P. Guairdián: «Padre, no tenga cuidado del pan, que en el arca hay muchísimo.n A lo que re-– plic6 el P. Guardián: «Si no es que algún ángel lo haya traído del cielo, no es posible que lo haya allí)). De nuevo insisti6 Eil humikfe limosnero, rogiando al P. Guardián que fuese con él a verla, y así como él afirmaba, encontraron el arca llena de pan blanco y reóente, milagro con que el Señor quiso acreditar la caridad de tan misericordioso limosnero. Murió este siervo de Dios con gran fama de san– tidad en el convento de Basto, concurriendo todo el pueblo a su entierro como prueba del afecto que le pirofesaban y del sentimiento que les embargaba con 1a pérdida de tan santo religioso.

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