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- 18 - bieza de ánimo en los ejercicios espirituales, prin– cipalmente en lo que tpca a refrenar los apetitos y desórdenes 9,e la naturaleza, que me provoca :a vó– mito y me obliga a decir a los que padecen tan torpe achaque lo que en un tiempo dije al obispo de la Iglesia de Laodicea: «Ojalá fueras fiio o cálido; mas porque no eres ni lo uno ni lo otro, sino tibio, te comenzaré a arrojar de Mí». El tercero y último es la dureza de los que, qyendo cualquier palabra ás– pera o que no les dé gusto, conciben ira y odio en su corazón contra quien la dice y la conservan te– nazmente, ocasionando innumerables y ,gravísimos daños que de ello resultan. Guárdense, pues, los frai– les, si alguna vez, por la fragilidad de la naturaleza entrase repentinamente en su alma el ímpetu de la ira, que conforme a lo q,ue mi Apostol dejó por pre– cepto, no se ponga ei sol sobre su indignación, ni la ira aegenere en odio, sino ahogando en el mismo principio el espíritu de la enemistad, vengan a com– ponerse con su hermano en paz y en amor. Y si quieren ser mis discípulos y perfectos imitadores, sufran las injuriaS y afrentas con toda alegrfa, igual– dad y quietud de ánimo.» (r). Aparte de ,esto, le d'ijo otms muchas cosas, entre ellas, serle muy agracl.ables aquellos religiosos quie, celosos del buen· nombre ele la Religión, edificaban a los demás con su vida y virtudes. Ignoramos el año en_ que murió este santo Reli– gioso; sóio sabemos que en 1546 vivía todavia, pues por entonces aconteció lo que aoaba~os de referir. (r) Boverio-Moncada, p. I, pág. 403.

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