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- 15- al convento, y en su encuentro con los religiosos .no oe1s1abia de exhortarles a que llorasen con él tanta desdicha. Y trayendo al ~so1 presente las palabras del profeta Joel, decía: <<Disponer los corazones al llanto y llorad, saoeréiotes; suspirad', ministros del .f\-1 tar; y vuestro vestido sea cilicio, ministvos de Dios, ·porque ,el fuego abras6 la hermosura mayor del de– sierto, la llama encendió los árboles de la Provincia. Cesó el gozo en nuestro corazón, convímtióse en lá– grimas nuestro coro. Cayó la corona de nuestra ca– beza; ¡ a¡y de nosotros, porque pecamos !n Los 11eligiosos, ignorantes de la causa de semejan– te ctolor, le rogairon se La declarase. A lo que él res– pondió: «¿No os parece que se debe llorar al ver ya en el suelo 1:a oqlumna ele La Orden, amen:azan– <lo ruina toda la casa? Caído ha el · Geneml Ochino de la suprema cumbre de 1:a Religión,· apartándose de 1a Iglesia, hutdose ha a los herejes,. ¿ Q 1 ué llanto no es debido al tiriste rebaño que vino a tener tal pastor?» (r). Los acontecimientos que muy en breve vinieron a de1sarroll:arse oon La apostasía ae Oohino confirma– ron de un:a vez más la virtud de tan santo religioso, a quien Dios así comunicaba los sucesos futuros. (1) Crónicas, p. I, pág. 343. A nadie que conozca la historie. del General Bernara.ino Ochino le deben ex– trañar estas palabras que. las Crónicas ponen en boca d'e Fr. Antonio, lamentando su caída. Era Ochino fa~ moso prediéador, muy apreciado en la Corte Pontificia, y muy conocido en toda Italia; su caída produjo tan borrascosa tormenta, que la Ord'en Capuchina, por cau– sa de esto y de otros trabajos que padecía en aquellos días de su infancia,· estuvo a punto de ser suprimida por orden pontificia.

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