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primero fué que después de haber dicho a Fr. Juan Cristo nuestro Señor, confirmamio lo que otras ve– ces 1e había asegurado, que la Religión le ex-a mu¡y acepta por su simplicidad, su pobreza y su obser– vancia regnlar, prosiguió con lo que sigue: «Cree por verdad' certísima, oh Juan, que jamás he de consentir mucho tiempo en esta Congx-egación a nin– guno cuyo ánimo ocupen .vicios mayores de Jos que suelen ofender más a la Religión, a ninguno que tenga error ,repugnante a la fe católica, y última– mente, que sea con su modo de vida, o afrenta de eHa o rebelde a mi I,gfesia santa. Porque si hubiere alguno tocado de tales ,delitos .y desventuras, en no enmend'ándose -con brevedad dentro del térmi– no que le daré pam hacer penitencia, dispensándo– le seg¡ún el :arbitrio de mi voluntad divina, le arro– jaré luego de ,la Orden, par:a que semejante animal ·inmundo y manchado que en mi ley antigua man– dé por precep;to inivio1ab1e que le expeliesen de mi Altar, no se mezde en el número d'e mis siervos que se me ofrecen cada cHa en víctimas inocentes y puras. Tan aborrecibles me son estas dos suertes de !hombres, que ni quiero tolerarlos por Largo es– pacio ni que acaben en paz su vida en la Religión. Y así avisarás al Genera1 y a los demás superiores de ,ella que no se acongojen ni desmayen más de lo justo si se vieron en estos casos, porque se or– denan a ejecutar los secretos de mi eterna Sabidu– ,ría. Pero que procuren con todo ,estudio confirmar a sus religiosos en el ejercicio de las virtudes y en la obs~rvancia de La Regla perfecta y total, guián– doles con la luz de su ejeniplo por el camino 9-e la
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