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- 104- imposible es describir los transportes ele alegria, de gratitud y d'e fu. más profunda reverencia que inun– daron su corazón al celebr,ar por vez primera el San– to Sacrificio de !La Misa. Qué ele afectos, qué de lágrimas, qué de íntimos coloquios tuvo con su buen Jesús cuando por vez, :primera bajó a sus manos, al pronunciar las sacrosantas palabras de la Consagra– ción. Inflamado en el amor divino, transfigUJrado el rostro que despedía llamas, enajenados 1os sentidqs y ensimismado en dulce éxtasis, el Padre José no parecía hombre mortal, sino un encendido Serafín. En aquel memorable día se identificó el corazón del P:atlcre José con el corai,ón adorabilísimo de Jesús, y disfrutó de las más ínJtimas comuni– caciones. Desd!e luego se dedicó al misterio apos– tólico impulsado por un ardiente deseo de 1a salvación de las afonas, haciéndose todo para to– dos. Los Superiores, conociendo las excelentes do– tes de virtud, ciencia y prud1encia del joven Padre, ¡msieron las ojos en él para el desempeño :de los más arduos y difíciles cargos de la Orden. Ofrecié– ronle repetidas veces los ofidos de Guardián y de Provincial, y este último no sólo en su Provincia de Aragón, sino también en. la de Andalucía y Oer– deña, pero no pudieron conseguir vencer su pro– funda humi1dad, creyéndose completamente inhábil para desempeñarlos, porque miraba las prel:acias co– mo peso abrumador y durísima ca,rga, muy supe– riores a sus débiles fuerz:as. Si grande era el abo– rrecimiento a las clig:nidades, no era menor su celo por la salvación de Tas almas.

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