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-l03- tanto .tiene de agradabJe. y de provechosa la ciencia en un coriazón como el de Fr. José, humilde y pru– dente, que. no aspka a otra cosa sino a adornar el entecné)imiento de conocimientos útiles y: el coca– ron de hermosas rvirtudes ,para más amar a Dios y mejor ser,vir al prójimo; 9,e esta maner,a terminó brillantemente sus estrud,ios y se dispuso para red- 1 • bir los sagrados Ordenes. Ei Sacerdocio es una dignidrad admirable, no ·sófo para loo hombres, sino también piara los, Angeles, los ct!Jales se postran y rnverencian a los que han re– cibJ.d'o el sagrado carácter del Presbiterado. Medita– ba Fr. José con frecuendra en la alteza de la digni– dad sacerdotal; ·consideraba atentamente 1as, rele– vantes virtudes y demás prendas, que debe tener el que ,flignamente ha de desempeñar el sagrad'o Mi– nisterio, y viendo que se le destinaba pam tan ele– vado c:argo, se humillaba y se anonadaba en el aca-, tamiento del Señor. ¿ Cómo; se decía a sS mismo, cómo es posible que yo reciba una dignidad que mi Padre San Francisco no se atvevió a. recibir? Qué, ¿ soy por ventura más humilde, más fervoroso, más mortificado y más desprend1do ·de las <;osas de la tierra que mi amadísimo Padre Sian Francisco? No, 110 soy digno de tanta grandeza. Sin embargo, cons– treñido por fa santa 0-bedienda a que recibiese los sagrados Ordenes, el obediente Corista baj6i la ca– beza a las disposiciones de sus Prelados, pero al mismo tiempo aumetirtó su fervoT, reclobló las pe– nitencias y con mayor abstracción de las criaturas se dispuso para ordenarse. Recibido el Sacerdocio,

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