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por el P. Gumersin~o de Estella 89 que no era sino curiosidad despertada por la novedad. Fueron muy pocos los que -obedecieron al misionero, que les exhortaba a acercarse a lof3 santos Sacramentos. . ,Una actitud de frialdad desconcertante era la res~ puesta que daban a sus apostólicas excitaciones. Profundamente apenado el Siervo de Dios, sintióse movido a incrépar al pueblo, como el profeta Jonás a Nínive, amenazando con la furia de los elementos. Anunció" un castigo del Cielo si no abandonaban ·aque– lla mortífera indiferencia y no comenzaban el camino de la virtud con una buena confesión. El pueblo no se conmovió. Y el anuncio del Siervo de Dios se cumplió. . Pocos meses más tarde se desbordó el río Apure en proporciones desconocidas hasta entonces; inundó los campos, rompió los dique~, invadió la ciudad derriban– do gran parte de las vivienda_s. Los vecinos debieron su salvación a una precipitada fuga. (Apuntes de Misio– nes, Cuaderno l, p. 18). DANZA Y TRAGEDIA.- El día 24 del mismo mes y año arriba mencionados, llegó nuestro misionero a la villa de Achaguas, de- paso para la región de indios errantes. Accediendo a reiteradas súplicas de los vecinos, de– túvose unos· días para provecho de aquellas almas aban– donadas. Ciertos sujetos muy c9nocidos por mala vida, opu-
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