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por el P. Guniersindo de Este! la 81 divina. Cuando el Creador habla por sus ministros, las criaturas callan ... ». En el mismo instante se apagó el eco del fragoroso trueno. Y no se oyeron más detonaciones hasta después de terminada la misión. Cuando el Padre Adoain increpó al volcán ¿se acor– daría del ' átomo de fe, que según el divino Maestro, puede trasladar las montañas? ¿Se acordaría que Josué con su oración logró detener al sol en su carrera? ¿pensó en un verdadero milagro que Dios podía operar a favor de aquellas almas necesitadas? Lo ignoramos. Lo cierto es que la convicción univer– sal de que el misionero era un gran siervo de Dios, hizo creer a todos que el silencio del volcán fué un prodigio y no una casualidad. (Actas del Proceso diocesano de Beatificación, folio 200). UN CASTIGO IMPRESIONANTE.- En el mes de Abril de 1865 predicaba el Padre Esteban misiones en Santa Tecla, 'importante ciudad del estado de El Sal– ' vador. Hacía sus sermones en la ig1esia del antiguo Se– minario. Era tal el concurso, que hubo de improvisar un púl– pito en la puerta misma del templo, a nn de que pudie– ran oír los que quedaban fuera. Sabía el varón apostólico que algunos alardeaban de indiferentís.imo, haciendo además público alarde de inmoralidad. 6
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