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_po r el P. Gumersindo de Estella 79 rios, descansaban en su propia habitación, no sin sentir algún remordimiento después de oídos los sermones, y tal vez. experimentando cierto contentamiento al saber que el Capuchino se había. ausentado. Pero a media n.oche fueron sorpre'ndidos por un ru– mor de pasos próximos, que les. causó gran inquietud. Su sorpresa .fué enorme cuando, al encender una luz, vieron muy cerca de ellos una señma de aspecto venerable. Mirábanla atónitos sin saber qué preguntar o qué hablar; pero tomó ella la palabra diciéndoles: . «Si no legitimais vuestra unión, os condenareis ... ». Y dicho esto, desapareció. ¿Qué podía ser aquella aparición? ¿Era alguna se- - ñora de la villa, que movida por espí.ritu de caridad, se resolvió a tomar aquella determinación tan desusada e incorrecta? Los dos delincuentes no lo juzgaron así. Convencí– . dos de q1,1e aquel hecho entrañaba algo sobrenatural, resolviéronse a obedec::er sin dilación. Y al despuntar el alba, se encaminaron al templo. Ellos mismos referían esta aparición y este aviso pregonando la misericordia de la Divina Pastora de las · almas. (Escritos del Padre Esteban de Adoain. Apuntes de Misiones. Cuaderno Segundo, p . 4. Archivo del Vice– , postulador, VIII, , 3). EL VOLCAN DE IZA1CO.- Existe en el estado de
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