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por el· P. Gumersi'ndo d~ Estella 71 1 ' Entre la · gente de raza negra y la de color se usa- ban unos bailes llamados. joambimbí y guacharaka, que se celebraban con preferencia durante la noche y eran la· más cruda expresión de la lujuria. Los bailes de la gente de ráza blanca eran ,de. otr? estilo, pero no más hor:iestos, y se 0 llamaban mezclados. Añádase a esto una ignorancia religiosa absoluta cuya consecuencia ~-ra un indiferentismo desesperante. Como dato que lo comprueba, cita el buen Padre Es– teban un hecho desconsolador. El día de la Asunción de la Virgen no asistieron a la santa Misa ni cincuenta personas. Aquella población semisalvaje presentaba un campo de acción muy difícil para nuestro misionero. Mas no' . decayó su ánimo. Revis.tiose de paciencia y comenzó su labor apostólica con espíritu gigantesco. Las calles y el campo eran cátedra de EvangeHo, no menos· que el rústico templo, sin que escasearan las exhortaciones a domicilio. Mas ni la predicación, ni la vida ejemplar de tan fervoroso misionero causaban honda impresión, porque eran pocos los que'-le escuchaban. El Siervo de Dios acudió a la oración. pasando lar– gas horas ante el Sagrario tanto de día como de noche. Afligía su cuerpo con disciplina diaria y con ayunos rigurosos. Com~nzó por at~aer a los niños prometiéndoles re– galillos y ropas. No tardó en adueñarse de sus cora– zones. Los catequizó instruyéndolos en ' las· principales verdades de la Religión y celebró una Comunión gene-
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