BCCCAP00000000000000000000600
por el P. Gumersindo de Estella 63 embravecido en día de tempestad. El coronel avanzó con su caballo y levantó el sable reclamando enérgicamente que abrieran paso. Su pre-– senda fué ,acogida con MUERAS ensordecedores. Un hombre que se hallaba a pocos metros del co-– ronel, gritó con acento de cólera: « ¡No hicimos la re– volución ·para que destierren a nuestros Padres! ... ». Y esto dicie~do, disparó su pistola contra el iracundo, jefe. Nó hizo blanco; pero la bala pasó rozando la me--_ jilla del militar. Ebrio éste de furor, salta súbitamente de su caballo• y de una estocada, atraviesa el pecho al infeliz agresor, que cae muerto en e~ acto. Ruge más furiosamente la muchedumbre; pero los soldados de la primera línea disparan -sus fusiles sin miramiento, matando a varias personas y causando muchos, heridos. Es momento de verdadera tragedia que va a tomar proporciones aterradoras. Es ya un drama sin solución. El Padre, Adoain ·que oraba con el crucifijo en las manos, al oir los dispá.ros, se separa de sus compañeros, avanza rápido hasta situarse entre la tropa y el pueblo. Diríase que va a buscar la muerte, ya que la consigna. dada .arites por el coronel era fusilar a los frailes. El misionero le,vanta el crucifijo sobre la humareda de pólvora y grita con la serenidad y firmeza de un pro– Íeta: ~Alto, alto el fuego! No derraméis sangre humana. O~ lo prohibe Dios, autor de la vida! ... ». Los soldados obedecen como autómatas, sugestiona– dos por aquella aparic_ión súbita. El coronel respeta la
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz