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58 Lo portentoso d~I P. Esteban de Adoain un macizo montañoso próximo a la ciudad. Denominá– banse «los indios del Volcán », porque en uno de los picos de la sierra existía un volcán ya extinguido. Reunidos lo_s aldeanos en número de más de mil _hombres, armados de cuchillos, escopatas y pistolas, .cayeron sobre la ciudad por sorpresa y se entregaron con algazara al saqu~o, al incendio y a otros excesos bestiales, resultando muertos algunos_v~cinos. A los de El Volcán sumáronse no pocos individuos de la ciudad, que &provecharon la ocasión para satis– facer · su sed de reva:acha. Entre otros edificios ardió el palacio del Ayuntamiento. Todo fué en pocas horas con horrible espanto de los santanecos. Pasados los momentos de pánico y de pesadilla, los ·habitantes de Santa Ana clam-1?a,n venganza y preten– dían el exterminio . de los indios. Todos los antibarristas recriminaban a los· liberales y les amenazaban como a inductores de los sucesos vergonzosos y sangrientos. Pero el Presidente no se sentía bastante fuerte ni seguro para imponer un castigo adecuado. El Gobierno de El Salvador, el Obispo y la munici– palidad de Santa Ana, recurrieron al egregio Misionero, conocido y admirado por todas las clases sociales, y solicitaron su espiritual concurso para llevar la paz a los espíritus. El buen Padre Esteban no pudo negarse. Se tras– .ladó a la ciudad ofendida acompañado de_dos Padres

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