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48 Lo portentoso del P. Esteban de Adoain cerrados los ventanillos, pero entreabierta la puerta de ]a celda, entregado a profunda meditación. El prestigioso y piadoso caballero· Excmo. Sr. Don Andrés de Hoyos Limón, solía visitar al venerable en– fermo todos los días. Una tarde llegó al convento" a la hora precisa en que el Padre Esteban se hallaba en oración. Iba a entrar en la celda . del enfermo; más luego de empujar la puerta, se detuvo sorprendido; y presa de la más intensa emo– ción, retrocédió y apresuradamente fué a buscar algún religioso. Pronto halló a uno .de los Hermanos que era el pro– pio Fray Antonio; y levantando las manos exclamó sin poder contener su asombro: «¿Ha visto al Padre? ... ¡Venga, Hermano, venga ,.. ». , A lo que Fray Antonio contest6: «Sí, señor, lo he visto hace unos,minutos y he vi~to lo mismo otro día ... :o, Más ¿qué era lo que habían visto? En medio de la oscuridad de la habitación, aparecía el rostro del Siervo de Dios todo iluminado y circun– dado de una aureola de suave resplandor, que medía unos ochenta centímetros de diámetro. Así nos fué referido por el Hermano Fray Antoni~, que era U)'.10 de los dos enfermeros que se sucedían en el cuidado del Padre Esteban. (Declaró en el Pro– ceso de Barcelona contestando al Art. _174). , En la observación de tan extraordinario fenómeno, no pudo líaber engaño. -La, habitación estaba oscura. Por la puerta entraba escasísima luz y no directa, la cual
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