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por el P. Gumersindo de Estella 27 la isla de Cuba. Recorrió la república en ·todas diréc– ciones v~sitando incluso las aldeas· más escondidas en sierras agrestes, sin usar ni un mísero solideo que le defendiera la cabeza de.-los rayos de un sol abrasador, sin más equipaje que el estandarte de la Divina Pastora, que le había sido regalado por el Beato Claret. A cada misión del Padre Esteban acudían habitantes de cinco o más pueblos desde muchas leguas de dis~ tancia. Hubo o2:asiones en que asistieron nutridas cara– vanas llegadas de las repúblicas de Honduras y El Sal– vador, después de penosas marchas de varios días. En muchos pueblos alfombraban el camino con ra– mas de árboles y flores, al pasar el penitente misio– nero. Los habitantes de Patzum tapizaron con ramas va– rios kilómetros. En Guatemala, como en Cuba, tuvo ocasión el com– pasivo , Padre Esteban de ejercitar la caridad con los apestados. Durante el cólera que se declaró en aquella república tomó a su cargo el lazareto de la Antígua, es– tablecido juntci al cementerio, auxiliando a los enfermos espiritual y materialmente. Ni uno solo se le murió sin Sacramentos. Así que cesó la' peste en la Antigua, salió por los pueblos con el estandarte de la Virgen desplegado. En todas pártes le recibían como a un mensajero del Cielo. El mismo entusiasmo y fervor religioso que en Gua– temala despertó en el .e,stado de El Salvador, a dónde fué llámado por· la autoridad eclesiástica. El día 11 de

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