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por el P. Gumersindo de Estella 25 Este santo Prelado, sin. poder disimular su júbilo, declaró que tan valioso misionero le era enviado por la divina Providencia; e inmediatamente lo destinó a. predicar misiones por todos los pueblos de la Diócesis. Sin descansar ·un ~olo día recorrió durante cerca de . . ,;_._/- "; ' -~ ~:r.;-~, seis años las aldeas, ciudades y caseríes, haciendo pe- nosas marchas de diez, quince o veinte leguas, ya . a . caballo, ya a pi~ J:iajo un sol abrasador o bajo lluvias torrericiales por regiones pantanosas generadpras de la viruela negra y de la fiebre ·amarilla. Sus misiones su– cedíanse sin interrupción. No se tomaba vacaciones •ni en los días de Navidad. Predicaba en los templos, en las plazas, en pobres cabañas, en pleno campo bajo toldos improvisados con ramaje, en cobertizos tabaqueros, en cocinas de ingé~ nios o fábricas. En defecto de campanas, servía.se de un caracol marino como de trompeta, haciéndole pro– ducir un ronco zumbido semejante al trueno. Al oirlo,. de todas partes afluían las muchedumbres, abando– nánd_olo todo' por asistir a los sermones del Capuchino. - Es inenarrable el efecto que producía su predicación. Pecadores encanecidos en el vicio, concubinarios obs– tinados, hombres, de cuarenta o más años que jamás - se habían postrado a los pies de un Confesor, indivi– duos que alardeaban de indif~rencia en religión, echá– banse a sus pies, .~e_g,ac;l,Qs ,e.n_ llanto, pi,diendo peni– tencia, confesando en alta voz sus crímenes. Cada día reconciliaba con-Dios centenares. .de almas. . Asistió en varias comarcas a los apestados con ca-

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