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por el P. Ggmersindo de Estella 19 negó a satisfacerla, alegando fútiles pretextos. Nuestro misionero se alimentaba con frutas silves– tres o con carne salada .pútrida. Dest ansaba en ranchos infectos. Su situación era para infundir desaliento al más intrépido.. Pero el Padre Adoáirí se entregó al tra- · - bajo como si se ha.llara en el mejor de los mundos. Catequizaba a los indios ·buscándolos en sus cho– zas y reuniéndolos, diariamente. Recorría el país ya en canoas por los ríos, -ya a pie pot sendas agrestes de día o de noche, expuesto ·a los a~altos de los tigres, a las mordeduras de serpientes venenosas. y a las. moles– tias de los insectos. Varias -veces la nigua le penetró dentro de la piel, anidimdo debajo de ella. · Logró reducir a vida cívica y religiosa a indios ya– ruros, otomacos y mohineros. Fundó tres pueblos para trescientas familias. Los indios chiricoas que jamás ad~ mitieron en sus dominios misionero o blanco alguno, enviaron delegados al Siervo de Dios, comunicándole que se ponían a su disposición. Causóle gran júbilo tan extraordinario aconteci– 'miento y concibió muy halagüeñas esperanzas. Perd aconteció lo que podía preverse. La . fiebre clavó su garra en la naturaleza de hierro del Padre Esteban. Este no se declaró vencido. Extenuado, abatido ,y ·naco de cuerpo, su espíritu seguía siendo de apóstol. Una fuerza sobrenatural parecía ser su alimento. Y estaba dispuesto a continuar su tarea de misionero, a pesar de cualquier eventualidad.

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