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140 Lo portentoso del P. Esteban de Adoain . Vicepostulador rogó al público. que se quedara unos minutos más ocupando los mismos puestos y suplicó que se sirviera abrir paso para que los señores de la presidencia pudieran trasladarse al vestíbulo del templo. Allí se hallaba emplazado el monumento erigido a la memoria del Padre Adoain. Sobre un pavimento de baldosa blanca jaspeada se extienden dos gradas de mármol gris; sobre ellas déscar:.sa el basamento, cons– truído con el mismo material. En lo más alto de él se abre una urna en la que se veía el crucifijo que perte– neció al Vble. P. Adoain y que fué usado por él du– rante treinta y ocho años. El prodigioso crucifijo apa– rece con ·claridad gracias a una lámpara tubular muy potente que, colocada en el interior de la urna, proyecta. luz abundante. Tan severo basamento de líneas rectas sostiene la estatua de piedra que mide l '80 metros. Del grupo de autoridades e invitados se destacó el venerable anciano D. Hermenegildo Marcuello, sob~ino del Siervo de Dios y retiró el lienzo que ~cultaba la estatua. Fué un mo– mento interesante de gran expectación, que hizo brotar una exclamación de sorpresa grata, de labios de mu– chos concurrentes. Al mismo tiempo, el coro de la Comunidad entonó el . «Christus vincit » que fué cantado por toda la mu– chedumbre, formando un coro unísono imponente. Luego se acercó el Excmo. señor Obispo con las demás autoridades al monumento, donde leyeron la

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