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por el P. Gumersindo de Estella 127 a principios de Julio del pasado año 1945. Alarmados ambos consortes, acudimos a la intercesión del Vene– rable Padre Esteban de Adoain, a quien le teníamos. devoción por haber oído elogios de él en el pueblo de, Irurozql'.i. Le rezamos la oráción que '-vimos en una. hojita. El flujo de sangre cesó instantáneamente, y la en– ferma experimentó gran bienestar y afirmó que se ha– llaba ya muy bien. · Al día s,iguiente y como meéiida de prudencia, la llevé al Consultorio de un especialista. Este no halló se– ña~es de la gravedad que le refería~os y se extrañó mucho de que hubiera_existido tal hemorragia. Mes y medio más tarde y sin llegar el tiempo de dar a luz, sintió Amelía las señales de ello y la traje a la «Mater~ida~» de Pamplona. La matrona temió una desgracia para la madre y para la criatura, asegurando que el caso era muy peligroso. Y así lo advirtió sin ocultarnos la verdad. Mi esposa volvió á. encomenda.rse al Padre Adoain, ofreciendo 25 pesetas para · la Causa, si el parto sobrevenía felizmente. Pocas horas después dió Amelía a luz, resultando todo felizmente como si se tratara de ún caso normal. No sufrió fiebre ni se registraron síntomas morbosos de ningún géne.ro. Lo cual no nos sorprendió porque teníamos fe ciega en, la intercesión de este Siervo de Dios. (Revista « Verdad y Caridad», Abril, 1946).

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