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124 Lo portentoso del P. Esteban de Adoain al tratamiento y rég_imen que le parecieron más indi– cados. Cumplió éste de muy buen grado las prescripciones facultativas ' durante cierto tiempo. Pero no experimen– tando la más leve mejoría, optó por presentarse ante un Doctor especialista de la ciudad de Pamplona. Este declaró que existía una herida en el hígado. Probable– mente había más de una lesión. El tratamiento a que fué sometido, distinto del pri– mero, tampoco produjo resultado positivo. No conoció alivio, aunque fué muy exacto y constante en tomar el medicamento. El enfermo, desalentado, ·se persuadió , de que no había remedio para su mal. Sumamente apanada su es– posa, resolvió acudir a algún medio sob'renatural. Y pensó en la intercesión del Vble. Padre Adoain, que, como en camin~ de Beatificación, escucha las oraciones de sus devotos e interpone su valimiento ante el Señor. En efecto, la piadosa mujer principió una Novena de oraciones al Siervo de Dios, sin comunicar a nadie la práctica que adoptaba. Entre tanto un hijo s1-1yo Ca– puchino, entregóse al mismo ejercicio ante una reliquia del Venerable Padre. El _enfermó, llevado del desaliento y del hastío, abandonó las medicinas y comenzó a tomar toda clase de alimentos, incluso los más ordinarios, sin abstenerse• de nada. Era ya el mes de abril (1S45). Con gran sorpresa suya y no menor contentamiento de todos sus familia-
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