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por .el P. Gumersindo de Estella 117 tú custodia quedan tus escritos ... Ora pro me». Y salí al tránsito. Me acerqué a una ventana apo– yándome en ella. Los cañones disparaban alternativa– mente, con suma r~pidez. Los proyectiles, al explotar en el espacio, producían unos glóbulos de humo con los cuales parecía que jugueteaban los treinta y seis .aparatos voladores. Estos, divididos en escuadrillas, de– jaban caer bombas con estruendo semejante al de un trueno hueco y profundo. Todo ello constituía un espectáculo dramático de sublimidad pavorosa. De repente ... un estruendo como de volcán que ex– plota con rabia represada durante siglos. La pared maestra se conmueve ante mi pecho. Muévese el suelo bajo mis pies ... y me, veo despedido a dos o tres metros de distancia. Luego un crujido estridente como de cien tablones que se rajan, se extiende a lo largo de los tránsitos. -¡Aquí ha caído una bomba! ... -pensé lógicamente. Po·r instinto exclamé: ¡Ora pro me! Pretendo correr a salvar mis papelés, con más codi~ cia que Camoens sus Lusiadas. fmposible pasar. La te– chumbre del larg·o. corredor habíase desplomado, en bloque, hasta quedar en contacto con ·el suelo. El es– pacio estaba saturado de polvo blanco de yeso. Rasgan– do con mis ojos la neblina, miro hacia mí celq.a. ¡Y no veo más que ruinas! Las detonaciones continúan sin interrupción. Estoy envuelto en el fuego de una batalla. Protejo mi espalda '

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