BCCCAP00000000000000000000600

por el P. Gumersindo de Estella 109 El enfermo y su farriiila imploran el auxilio sobrena- tural con fe y humildad cristiana. El enfermo se cura. ¿A quién se debe la curación? ¿Se debe a la medicina? . ¿Se debe a la oración? . ¿Se debe d las reservas naturales que han permitido -al enfermo reaccionar? No hay Doctor que pueda contestar satisfactoria• mente. Es por lo mismo muy aventurado afirmar que la curación se debe a la medicina. La Iglesia no admite fácilmente a· examen las cura– ·ciones de µlceras int_ernas, ni las curaciones de enfer– medades nerviosas. Porque como dice• el Doctor- Poodt, la fisiología patológica del sistema nervioso, siendo incompletamente conocida, hace posibles los errores de interpretación. (Los Fenómenos misteriosos del Psiquis– mo, Cap. XL p. 174). No olvidemos que lad cosas de Dios no las ve ·el que quiere, sino el que merece. Para ver lo sobrena– tural, dice San Agustín, se le debe mirar con un corazón · puro y sencillo. Por lo mismo dijo el divino Salvador: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las reve- laste a los pequeñuelos ». (Mat. XI, 25). · Nadie puede negar que los Hijos d~ la Iglesia, por dicha nuestra, tenemos derechu a pedir milagros con nuestra oración. Tan sagrado derecho nos fué otorgado por Jesucristo: «Si permaneciereis en mí, y mis palabras

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz