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104 Lo portentoso del P. Esteban de Adoain verdaderamente diabólica, de la que se vió molestadí– simo durante varios días. El pobre Hermano no osaba descubrírsela ·a nadie. Nuestro caritativo Padre Esteban que nunca soEa sa– lir a pasear, buscó al referido hermano Juan y le invitó a una salida en su compañía. Salieron ambos por la vereda que conduce a la villa de Chipiona, orilla del mar. Un cuarto de hora ilevaban de camino, cuando e l Siervo de Dios interrumpió la cor,versación exclamando : «¡Hermano!. .. ¿qué le pasa? ¿Por qué hace caso de esos pensamientos que le turban estos días? ... ». Y poniéndole la mano sobre la cabeza, le dijo con amabilidad: -.: ¡No se preocupe por nada. de eso .. . Le– vante el corazón a Dios!. .. ». Desde aquel momento se desvaneció la tentación y ya no volvió a ser más molestado por ella. Este caso fué referido por el propio Fray Juan al Hermano Buenaventura de Ak:ira, de cuyos labios lo oímos en 1926 en el convento de Olleria, donde lo conocimos.

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