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por el ·P. Gumersindo de Estella 103 que llamara la atención. En efecto, concibió el propósito de quemar la barba, por sorpresa, al Padre Adoain, en cuanto el público desalojara el local. ¡Donosa venganza! En aquel país muy significativa, _ y en aquel joven muy intencionada. Quería dejar al Padre Esteban sin el encánto que a juicio de nuestros incipientes revolucionarios, le servía para fascinar a las muchedumb.r~s. Quería dejarlo sin fuerza, como Sansón sin cabellera. Pero ·terminado el se:r:món, el buen Padre Adoain descendió del púlpito; y en lugar de dirigirse, como de costumbre hacia el altar, se abre paso por entre la api– ñada muchedumbre, llega hasta el pequeño grupo de anticlericales y ofreciendo la barba el más audaz., le dice con dulzura: «Quémala, hijo mío, quémala; pero conviértete y salva tu alma!. .. • . Atónito y confuso en extremo quedó el joven al ver que el misionero había_penetrado en el fondo de su alma descubriéndole los pensamientos y la conciencia. Y ~in esperar más, se echó a sus pies prometiendo cdn– fesarse aquella misma noche. Y lo mismo hicieron sus compañeros. (Declaración del Padre Santiago de Gua– temala, contestando al Art. 27l del Pr9ceso l)ioc;:esano). LA TENTA<'.;ION DE UN RELIGIOSO.-Un herma– nito lego llamado fray ¡ uan de Cañamás, muy senqillo y muy ejemplar, viviendo en el convento de Sanlúcar de Barrameda por los años 1879, sufrió una tentación

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