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96 Lo portentoso del P. Esteban de Adoain · grano de trigo en un tallo. Las ramas de los árboles y los troncos de las vides quedaron peladas y rotas. No hubo desgracias personales; pero murieron algunas bes– tias de labranza. Los campasinos, recordando la profecía del misio– nero exclamaban: «¡Piedras tendreis!... ¡Ya las te– nemos!. .. » . I,.os testigos presenciales declararon con juram~~to que los dos veranos subsiguientes los campos de Lum– bier fueron arrasados con formidables pedriscos. (Pro– ceso Diocesano de Beatificación, folios 241 y 244). Los fieles de aquella villa, siempre -católicos ejem– plares, lejos de murmurar contra la divina Providencia, aceptaron esta adversidad con resignación edificante. NO PERSEVERARAN.-En el nes de Enero de 1879 hallábase nuestro misionero en la villa de Paradas (An– dalucía) donde despertaba, aunque era septuagenario, los mismos entusiasmos de siempre. Presentáronsele un día tres muchachos, manifestan– do su decidido propósito de ser Capuchinos. El Padre Esteban recibióles cor: suma afabilidad. Pe– ro mirándoles al rostro, dijo a uno de ellos: «Tú perse– verarás; pero estos dos, aunque tomen el Hábito, no perseverarán... ». En efecto, los · tres ingresaron en el convento de Sanlúcar de Barrameda. Pero a los pocos- ·meses se
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